El alimento que no perece
Lunes 3 de Pascua
Ciclo B

15 de abril de 2024.

Lecturas de hoy:
Hechos 6:8-15
Salmo 119:23-24, 26-27, 29-30

San Juan 6:22-29

22 Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos.

23 Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan.

24 Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.

25 Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?»

26 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado.

27 Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.»

28 Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?»

29 Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado.»

Palabra del Señor


"El alimento que no perece"

El Evangelio según Juan nos ofrece un relato que invita a la reflexión y la contemplación. En él encontramos un pasaje que presenta una conversación entre Jesús y la multitud que lo seguía después de que él alimentara a cinco mil personas con cinco panes y dos peces. Este episodio es conocido como la multiplicación de los panes y los peces, pero la discusión posterior entre Jesús y la multitud revela una dimensión más profunda de su enseñanza.

La multitud busca a Jesús no por la enseñanza que ofrece ni por la verdad que proclama, sino por los signos milagrosos que realiza. Sin embargo, Jesús dirige su atención hacia algo más trascendental: su verdadera identidad y la naturaleza de la fe que él busca en aquellos que lo siguen. Les dice: "Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre" (Juan 6:27).

Esta declaración desafía la mentalidad materialista y superficial de la multitud. Jesús no está interesado en satisfacer sus necesidades físicas inmediatas, sino en llevarlos a una comprensión más profunda de su propósito y su mensaje. Él ofrece una invitación a buscar una relación más íntima con él, a través de la fe y el compromiso espiritual.

La respuesta que Jesús espera de la multitud no es simplemente asentimiento intelectual o admiración por sus milagros, sino una fe que se traduzca en acción. Les dice: "La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado" (Juan 6:29). Aquí, Jesús señala que la verdadera "obra" que Dios demanda no es solo cumplir rituales religiosos o realizar acciones externas, sino tener una fe viva y activa en él como enviado de Dios.

Juan nos desafía a profundizar en nuestra relación con Jesús más allá de las necesidades materiales y los milagros visibles. Nos llama a buscar una fe que trascienda lo superficial y nos lleve a una comunión más profunda con él. La obra que Dios requiere de nosotros no es simplemente realizar acciones externas, sino creer en Jesús como el enviado de Dios y comprometernos con él en una fe activa y transformadora.