La promesa de vida eterna
Jueves 3 de Pascua
Ciclo B

18 de abril de 2024.

Lecturas de hoy:
Hechos 8:26-40
Salmo 66:8-9, 16-17, 20

San Juan 6:44-51

44 «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.

45 Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.

46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.

47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.

48 Yo soy el pan de la vida.

49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron;

50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.

51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»

Palabra del Señor


"La promesa de vida eterna"

El Evangelio de Juan nos lleva a una travesía de fe y comprensión más allá de las palabras. Encontramos una conversación reveladora entre Jesús y la multitud que lo seguía, una conversación que trasciende el tiempo y el espacio, ofreciendo perlas de sabiduría espiritual que continúan resplandeciendo hoy en día.

En este pasaje, Jesús declara: "Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día" (Juan 6:44). Aquí, Jesús revela la soberanía divina en el proceso de salvación. Es el Padre quien atrae a las almas hacia Jesús, abriendo sus corazones a la verdad y la gracia. Esta declaración no solo enfatiza la acción divina en la redención, sino también la intimidad de la relación entre el Padre y el Hijo.

Jesús continúa revelando la esencia misma de su misión terrenal al proclamar: "Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera." (Juan 6:48-50). Aquí, Jesús se presenta como el pan de vida, el sustento espiritual que trasciende las necesidades físicas y temporales. Su oferta es la vida eterna, una vida nutrida por la comunión con él.

Este pasaje culmina con una declaración asombrosa: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo." (Juan 6:51). En estas palabras, Jesús anticipa su sacrificio en la cruz, donde su carne será entregada para la redención de la humanidad. Aquí, la metáfora del pan se convierte en una profunda revelación de la obra redentora de Cristo.

Juan nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra fe y la provisión divina de vida eterna a través de Jesucristo. Nos recuerda que nuestra salvación no es meramente un acto humano, sino el resultado de la gracia divina que nos atrae hacia Cristo. Que podamos recibir con humildad y gratitud el pan de vida ofrecido por nuestro Señor, confiando en su promesa de vida eterna para aquellos que creen en él.