La unidad con el Padre
Martes 4 de Pascua
Ciclo B

23 de abril de 2024.

Lecturas de hoy:
Hechos 11:19-26
Salmo 87:1-7

San Juan 10:22-30

22 Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno.

23 Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón.

24 Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.»

25 Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí;

26 pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.

27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.

28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.

29 Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre.

30 Yo y el Padre somos uno.»

Palabra del Señor


"La unidad con el Padre"

En el Evangelio según Juan, encontramos un pasaje en el que Jesús enfatiza su unidad con el Padre y la relación íntima que tiene con aquellos que creen en él. Este pasaje nos ofrece una visión de la identidad de Jesús y la naturaleza de nuestra relación con él.

El pasaje comienza con la descripción de un momento de conflicto durante la festividad de la dedicación en Jerusalén. "Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón" (Juan 10:22-23). La fiesta de la dedicación, también conocida como Hanukkah, conmemora la purificación y rededicación del Templo después de su profanación. Durante esta festividad, algunos judíos se acercaron a Jesús y le pidieron que les dijera claramente si era el Mesías.

La respuesta de Jesús es reveladora: "Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno." (Juan 10:25-30).

En estas palabras, Jesús establece una profunda conexión entre él y el Padre. A través de sus obras y enseñanzas, Jesús revela su identidad como el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús también enfatiza la seguridad de la salvación para aquellos que creen en él. Promete que sus ovejas, aquellos que le siguen, recibirán vida eterna y estarán seguras en sus manos y en las manos del Padre.

La declaración "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:30) revela la naturaleza divina de Jesús y su completa unidad con el Padre. Esta afirmación provocó una reacción fuerte entre los judíos que lo rodeaban, quienes tomaron piedras para apedrearlo por lo que consideraron blasfemia, al igualar su ser con el de Dios. Pero estas palabras también nos recuerdan la profunda relación que podemos tener con Dios a través de Jesucristo.

Jesús nos invita a ser sus ovejas, a escuchar su voz y seguirlo. En él, encontramos seguridad, protección y vida eterna. A través de la fe en Jesús, nos convertimos en miembros del rebaño del Buen Pastor, y nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos de su amor y cuidado.

Que este pasaje nos desafíe a profundizar nuestra fe en Jesucristo, reconociendo su unidad con el Padre y la seguridad que ofrece a todos aquellos que confían en él como el Buen Pastor.